Cuentan que ninguno de sus compañeros reconoció al desarrapado, de cabeza y cejas afeitadas y preocupante sobrepeso, que se presentó un cinco de junio en los estudios de Abbey Road. Era 1975 y habían pasado siete años desde que Syd Barret tuvo que dejar la banda por unos acuciantes problemas de salud mental agravados por el abuso de LSD. Siete intensos años en los que Roger Waters y David Gilmour habián convertido la banda underground de Syd en un autentico fenómeno de escala mundial.
Pink Floyd estaba por entonces enfrascada en la grabación de Wish You We Here, a la larga, el disco preferido por su legión de incondicionales, incluyendo a este, el que te lo cuenta. Que dos talentos como Waters y Gilmour coincidieran en el tiempo y la distancia son la explicación de que en tan solo 6 años, de 1973 a 1979, Pink Floyd grabara por derecho tres de los veinte mejores discos del siglo XX. The Dark Side of the Moon, Wish You We Here y The Wall. Putos genios. Que dos enormes egos como los de Waters y Gilmour coincidierean en el tiempo y la distancia son la explicación de que aquel grupo de amigos acabara protagonizando años más tarde una dolorosa desintegración, con una de las mayores batallas sobre derechos de propiedad intelectual que se recuerda de por medio.
Syd anduvo todo aquel día como abstraído, sin poder articular más de dos palabras de manera coherente... Aquella situación, dicen, desencadeno las lagrimas de más de uno de sus antiguos compañeros. Waters quedo profundamente afectado y todas las grabaciones posteriores del disco quedaron abrazadas por esa jodida mezcla entre la nostalgia y su presencia ausente. Abrazadas como abraza el mar al que se ahoga. Abrazadas, como cuando Waters y Syd se volvieron a encontrar, esta vez sí, la última, en la cola de un supermercado.
El próximo día 20 de abril, se celebra en todo el mundo el día internacional del disco de vinilo. Algunos hablan de moda, de gusto pasajero por lo vintage, de puro hipsterismo. Un día de celebración para los que gustamos de perdernos en tiendas y mercadillos de segunda mano, buscando este o aquel disco, o dejándonos seducir por una hipnotizante carátula arañada; celebración para los que no perdemos el tiempo discutiendo acerca de la incuestionable superioridad técnica de nuestros equipos analógicos; para los que tenemos en nuestra colección piezas con más de 40 años que siguen sonando altamente fieles al día en que atraparon su señal en estudios como Abby Road, Capitol, Atlantic o Hansa; para los que somos conscientes que estos mismos discos seguirán sonando así de bien dentro de otros cercanos 40 años.
Wish you we Here, tema que da nombre al disco homónimo, fue conceptualizado y escrito por Roger Waters. Gilmour se encargo brillantemente de los arreglos musicales. Durante la introducción, se utilizó una guitarra de doce cuerdas para marcar un riff que diera la sensación de estar grabado directamente de la señal de radio de un coche. En esos primeros cuarenta segundos, si se presta la suficiente atención se escucha también una leve tos seca, fruto de la afición a fumar de Gilmour; entonces in creciendo comienza el punteo de guitarra acústica que da paso a la primera estrofa de esta demoledora letra sobre todo aquello que hemos perdido. Arreglos, letras, voces... Todo esta en su sitio. Como en la obra de un gran arquitecto. Como las historias que ya no podemos recuperar. Como las historias que aún tenemos que escribir. Con nostalgia del pasado, nostalgia del presente y expectación por el futuro.
Como un ojalá estuvieses aquí...
viernes, 19 de abril de 2013
lunes, 28 de enero de 2013
¡El Horror! ¡El Horror!
Son las 19:30. Tras once horas cuadrando tu facturación llegas a la cifra mágica. Modelo 303. Casilla 48. "¡El Horror!, ¡El Horror!" Las últimas palabras de Kurtz resuenan en tu cabeza como arrancadas a la espesa niebla del Río Congo mientras intentas recordar tu contraseña bancaria.
Tras un par de intentos infructuosos, por fin logras comprobar tu saldo. Tinieblas. Ruido de calderilla al fondo y la enésima promesa de no salir más de fiesta con tu tarjeta de crédito. Sí, es tiempo de pagar impuestos.
Malversación; cohecho; Suiza; nepotismo; "fondos para el fortalecimiento de las habilidades integrales de los ciudadanos y ciudadanas del la región de Iztxulapeca, (Honduras)"... Un largo etcétera de despropósitos públicos y una sola convicción: No hay ácido clorhídrico, ni pesina, renina o lipasa gástrica suficientes en el mundo para digerir a esta pandilla de impresentables...
Dentro de ti sabes que escuchar el "Whom the bells tolls" de Metallica mientras imaginas como el Congreso es atacado, a cámara lenta, por una horda de zombies hambrientos, no es una postura moral seria ni aceptable. Tampoco contribuye al bien común ni va a cambiar nada. Reconozcamolo: cantar La "Canción del Pueblo" de los Miserables montado en lo alto de una barricada es más romántico, pero no es menos cierto que te criaste en los 80s y la casquería de calidad es parte intrínseca de tu existencia.
Durante unos minutos te evades de esta indigesta realidad. El tiempo continua su marcha. ¿Dime por quién resuenan las campanas?
Durante unos minutos te evades de esta indigesta realidad. El tiempo continua su marcha. ¿Dime por quién resuenan las campanas?
lunes, 8 de octubre de 2012
Estúpido practicante
Son las 17:00. Hoy, seis de octubre, cumples treinta años. Quizá por nostalgia -quizá por error-, decides escribir sobre ello.
Haces memoria. Una buena reseña biográfica debe de citar tus grandes logros. Llenas nuevamente tu taza de café. Insistes. Hombre de poco método, te distraes garabateando la libreta. Faltan ideas. La resaca nunca ayuda.
"He estado apunto de morir ahogado tres veces". Mal comienzo. "Un día, jugando con bengalas quemé la buhardilla de mi casa". La cosa no mejora. "Estrellé el coche a 200 metros de mi casa y tuve que llamar a...". Tachaduras, borrones, otro café.
Admitámoslo, más trasto que héroe. Un trasto con suerte. Tenemos comienzo (...).
Definitivamente, todo empezó a mejorar en mi vida cuando tomé conciencia de mi incuestionable don para la práctica activa de la estupidez. Entiéndanme, puedo ejecutar tareas complejísimas en el ámbito de mi desarrollo profesional y sin embargo diez minutos más tarde corroborar que no se hacer funcionar una máquina de parking cuya interfaz se compone de un reloj digital y tres botones. Ejem, -de colores-.
La Estupidez es el estado contrario a la Ocurrencia. Desde el punto de vista de la ocurrencia, aquello que no se conoce, simplemente no existe. Es decir, uno tiene una serie de ideas y conocimientos dentro de sí y por algún inexplicable motivo decide instalarse definitivamente sobre ellos. Les suena aquello de "no hay sitio para nuevos negocios ya que esta todo inventado". Supongo que como yo lo soportaran día a día. Con apenas treinta años, uno se recuerda escuchando ocurrencias del tipo, incluso antes de tener mi primer teléfono móvil. (El alcatel easy touch one, 180 gramos, una pinza trasera para colgarselo del cinturon, pantalla LCD monocroma de tres lineas de texto y una fantástica memoria interna que permitía tener al día el registro de -ponga aquí su mejor cara de asombro- tus últimas cinco llamadas recibidas y hasta veinte de aquellos maravillosos SMS, del tipo "compra tú los hielos que mi hermano mayor ya nos ha conseguido la botella de dyc")
Ya enserio, la recuerdo antes que internet. Sales de tu casa para ir al trabajo, tres kilometros conduciendo en mitad de un atasco de veinte minutos, un vehículo que pesa aproximadamente más de dos mil kilos y que tan solo te va a transportar a ti, que pesas menos de cien y tienes la ocurrencia de decir que andas como loco buscando tiempo para hacer algo de ejercicio. La ocurrencia no se plantea que hay que mejorar los sistemas de transporte. La ocurrencia no pasea por ese regalo que es la peatonalizada calle Cruz-Conde y se detiene a escuchar la música que sale desde la ventana de Orquesta de Córdoba donde otrora solo había ruido de coches e incomodas aceras congestionadas. La ocurrencia no mira su escritorio inundado por miles de cables. No le molesta llevar más de veinte llaves diferentes para que una única persona abra diferentes puertas. .
Si por la ocurrencia fuese, nunca hubiese abandonado un trabajo fijo bien remunerado en plena crisis para emprender. La ocurrencia decía que a un chico tan joven las empresas le iban a cerrar todas las puertas sin pararse a pensar que la mitad de esas empresas habián sido fundadas por personas aún mas jóvenes que tú.
La ocurrencia es más cómoda, eso sin duda. A la estupidez y las equivocaciones les debes varias cicatrices en la cara, una rodilla maltrecha, y alguna que otra de esas heridas que nadie puede ver pero cuyas cicatrices quedaron para siempre cerradas con imperfectos costurones.
La estupidez te obliga a estar atento a cual será tu próxima tontería, te hace pensar, y mejora la capacidad de admirar y sorprenderte. Empiezas reconociendo tu inutilidad y desconocimiento de la inmensa mayoría de procesos que te rodean en el mundo y terminas aprendiendo a admirar el buen hacer de los demás allí donde se manifiesta y a seguir teniendo una constante sed de nuevos conocimientos.
Detrás de cada error y cada caida que pueda recordar, siempre han estado ahí para ayudar a levantarme mis pacientes padres, mis dos indispensables hermanos, mi enorme familia y unos bien escogidos mejores amigos. Auténticos héroes de esta breve reseña.
Poco queda de aquel mico de pelo encrespado y adorables mofletes que se empeñaba en aprender a nadar por si mismo lanzándose a la piscina al menor descuido, y aún así, a mis todavía no usados treinta y pocos tan solo les pido una cosa:
Poco queda de aquel mico de pelo encrespado y adorables mofletes que se empeñaba en aprender a nadar por si mismo lanzándose a la piscina al menor descuido, y aún así, a mis todavía no usados treinta y pocos tan solo les pido una cosa:
Mi sagrado derecho a seguir estando equivocado.
lunes, 30 de abril de 2012
Día del Jazz
Música. Primigenio lenguaje.
Como aquel hombre de las cavernas que contemplaba el fulgor del primer fuego.
Así, con asombro antiguo,
escucho los acordes del Jazz sumergidos en la remota noche de los tiempos.
viernes, 20 de abril de 2012
domingo, 11 de septiembre de 2011
viernes, 9 de septiembre de 2011
DOS MIL VEINTITANTOS
Son casi las 19:00 de la tarde. Llueve. B y C se cruzan. C baja su mirada, respira hondo y sigue caminando. B la sumerge en un charco. - Once años. C acelera el paso, dobla la esquina y se detiene. A, una extraña en aquel marchito y desolado campo de batalla, pregunta a su madre que le pasa. C no contesta.-Maldito temblor de rodillas. B piensa en el charco. El agua esta sucia. Turbia y estancada como el recuerdo de aquella otra tarde.
C y B no volverán a cruzarse más. B piensa en C mientras se bebe un Bowmore de 12 años con hielo. Despacio, sorbo a sorbo. Suena "Shelter from the storm" de Dylan. B piensa en aquel otro otoño. B piensa en aquella ultima conversación. B piensa en A. C utilizó doce veces la palabra Tiempo; quince veces pronunció Distancia y siete veces Mentira. Nueve veces hablaron de Promesas, seis de Juventud y solo una de Amor. Ninguno dijo Adios. B piensa que A tendrá cinco o seis años a lo sumo. B piensa en A. No en la misma A que acompañaba a C esta tarde. B piensa en todas esas A que ya nunca serán. Madrid, gris y gastada, descansa a sus pies.
Son más de las 00:00. Desde la ventana de su apartamento, situado en el piso XXI de Torres Blancas, B contempla una vez más Madrid. Una infatigable sucesión de luces rojas deja atras la Avenida America en busca de la M30. Huyen de Madrid. Huyen de ayer. -Quizá, todos esten huyendo de C.
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