lunes, 28 de enero de 2013

¡El Horror! ¡El Horror!

Son las 19:30. Tras once horas cuadrando tu facturación llegas a la cifra mágica. Modelo 303. Casilla 48. "¡El Horror!, ¡El Horror!" Las últimas palabras de Kurtz resuenan en tu cabeza como arrancadas a la espesa niebla del Río Congo mientras intentas recordar tu contraseña bancaria. 

Tras un par de intentos infructuosos, por fin logras comprobar tu saldo. Tinieblas. Ruido de calderilla al fondo y la enésima promesa de no salir más de fiesta con tu tarjeta de crédito. Sí, es tiempo de pagar impuestos. 

Malversación; cohecho; Suiza; nepotismo; "fondos para el fortalecimiento de las habilidades integrales de los ciudadanos y ciudadanas del la región de Iztxulapeca, (Honduras)"... Un largo etcétera de despropósitos públicos y una sola convicción: No hay ácido clorhídrico, ni pesina, renina o lipasa gástrica suficientes en el mundo para digerir a esta pandilla de impresentables...

Dentro de ti sabes que escuchar el "Whom the bells tolls" de Metallica mientras imaginas como el Congreso es atacado, a cámara lenta, por una horda de zombies hambrientos, no es una postura moral seria ni aceptable. Tampoco contribuye al bien común ni va a cambiar nada. Reconozcamolo: cantar La "Canción del Pueblo" de los Miserables montado en lo alto de una barricada es más romántico, pero no es menos cierto que te criaste en los 80s y la casquería de calidad es parte intrínseca de tu existencia.

Durante unos minutos te evades de esta indigesta realidad. El tiempo continua su marcha. ¿Dime por quién resuenan las campanas?


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