jueves, 28 de julio de 2011

Business Management




Barrio alto. Sanlucar de Barrameda. Madrugada. Doña Inmaculada cerró la cocina hace horas; el Cherri apura su último DycPepsi; Juan y Lucas discuten: - ¡Miguel Vargas Jímenez es más grande que Camarón! Mal asunto... La cosa promete.

Miro a mi alrededor -es fácil recordar cada azulejo de aquella tasca-. El alcohol y su legión de fieles acólitos. Y en mitad del humo y de las partidas de pocha, tres jovenzuelos que no deben de haber cumplido los 16. Quizás porque el verano había sido largo; quizás porque aún impresionables, escuchabamos con admiración aquellas historias de mar; quizás porque el primer día llegamos junto a Juancho, el hermano del Sele, un tipo que pese a todo se estuvo callado....

Por aquel entonces, segundo ciclo de carreras, aquellos señoritos ya eramos unos habituales y gastabamos nuestros pingües beneficios aparentando ser mayores. Nunca nos pidieron el DNI, eran otros tiempos y si uno tenía edad para ganar dinero, también tenia el derecho a tirarlo como mejor quisiese. Fue un buen verano, habíamos aprendido de los errores de otros años y por fin, nuestro quiosco de apuestas era la envidia de todos aquellos precarios tenderetes que se extendían a lo largo de toda la linea de playa.

Sin yo saberlo, estaba haciendo mi primera incursion en elBusiness Management. Aquella mina de oro no era fruto del azar:

Competencia había mucha. Pero, nosotros nos habiamos criado jugando al rol y estabamos acostrumbrados a pasarnos la tardes delante de una libreta sin más entretenimiento que plantear escenarios posibles, en una rutina colaborativa en busca del mejor resultado de entre las alternativas imaginables. Sí. Las dos horas de digestión tambien eran sagradas en mi casa. Una de las claves fue el cambio de situación. La longitud de las carreras es de aproximadamente 2 kilometros. De Bajo de Guía hasta las Piletas. Esto en términos hípicos permite que no existan finales muy apretados y al colocarnos cerca de la meta nos aprovechabamos del starting price oficial. Me explico, un caballo que salía con un 10 contra 1, a cincuenta metros de meta (las apuestas amateur se hacian sobre lineas marcadas en la arena a la altura del quiosco correspondiente) es un caballo de 10 contra 1 en meta, la probabilidad juega a nuestro favor; sin embargo, a 700 u 800 metros y sobre arena de playa ese mismo caballo de 10 a 1 y sin ningua posibilidad final puede ir en cabeza.

Con respecto al personal, con 16 años, uno deja de ser un simpatico niño que intenta sacarse un dinerillo jugando a quiosquero para convertirse en un sospechoso cabroncete aprendiz de feriante. Es cierto, nos basto con seleccionar a dos de los mas dicharacheros de los cientos de peques que compartián nuestro residencial. Sobre sus estipendios mejor no hablar (de esta parte no me siento especialemente orgulloso, pero bueno con 10 años tampoco necesitaban mucho el dinero ¿no?)

En cuanto al quiosco, Javi aparecío cierto día con un entramado de madera bastante ligero. Uno de esos que en los arriates se utilizan para que las trepadoras se agarren. Una vez segueteado y pintado en blanco constituía todo un prodigió de ingeniería (sello Calatrava) si tenemos en cuenta que los clientes ingenuamente pensaban que estaba construido por niños de tan solo 10 tiernos añitos. La verdad, todo se debía a la calidad de los materiales. Nunca le pregunte de donde los había sacado. Aunque su insitencia por no atajar por el número 18 de la calle Goleta cuando volviamos a casa, me resultaba más que sospechosa.

En resumen: Estabamos mejor posicionados, atendiamos con más calidad, conociamos mejor el producto que la competencia y dabamos al cliente un componente emocional dificilmente mensurable. Una guiri lo definio bastante bien: Oh! It´s so cute.

Años despues, cuando cayo en mis manos el imprescindible "La empresa viviente" de Arie de Geus, una de las biblias del Management, doble discretamente la punta de una de sus paginas y sonrei levemente:

“La única ventaja competitiva sostenible es la capacidad de aprender más rápido que la competencia”.

Cuanta razón Arie.(...)

A Miguel Vargas, Bambino, hijo de la Frasquita y El Chamona, nunca se le perdonó que se decantara por la rumba. Los puristas del cante jondo se echaron las manos a la cabeza cuando aquella portentosa voz empezo a adaptar boleros y coplas llevando el gusto por "el jaleo" a su maxima expresión. Aquello carecía de hondura y autenticidad decían. Popular sí, pero no puro. Lo dicho, imperdonable. Desde luego aquel bar nunca tuvo la clase del Cirque d´Hiver, lugar donde Camarón y Tomatito conquistaron París para siempre. Si algo compartía con París, era ese aura etílica de soledad en compañia que tan bien retrato Degas en su magnifico La Absinthe. Pero no era suficiente, puede que realmente Camarón fuese el más grande, pero Bambino y sus Canciones de Amor Prohibido, arrastraban consigo todo el alma de las viejas noches en el Barrio Alto de Sanlucar de Barrameda.





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